Publicado el 17-12-04 en El País Cultural de Montevideo, Uruguay.
La muerte temprana suele mejorar a los artistas. En el caso de Marvin Gaye -de cuyo deceso se cumplieron dos décadas en abril- sirvió para que se recordara su importante contribución al desarrollo de la música negra, en especial durante esos dorados años del soul transcurridos entre finales de los sesenta y comienzos de los setenta. En ese momento Gaye, un cantante especialmente dotado, se reveló además como un importante compositor y productor, y logró que el público de rock -mayoritariamente blanco- prestara atención a una nueva vertiente del soul con ambiciones más allá de lo comercial.
Las circunstancias de su muerte -Gaye fue asesinado por su propio padre- volcaron la crónica inmediata hacia el repaso de la desordenada vida del cantante. Con el tiempo, una nueva generación de músicos negros -la de D’Angelo, Erykah Badu y Macy Gray- retomaría la tradición del “soul de autor” que Gaye ayudó a crear treinta años atrás.
INSEGURIDADES. Marvin Pentz Gay nació en Washington el 2 de abril de 1939 y fue bautizado con el mismo nombre de su padre, un pastor titular de una minúscula derivación de la Iglesia Pentecostal. Todos los miembros de la familia tenían aptitudes vocales, y Marvin -como muchos de su generación- empezó mostrando las suyas en la capilla familiar. Con la adolescencia llegaron los primeros grupos vocales a la manera de los Drifters y Platters; luego de grabar un single en 1957 con uno llamado los Marquees, y de pasar por los más profesionales Moonglows del cantante y productor Harvey Fuqua, se estableció en Detroit, donde el compositor y productor Berry Gordy estaba sentando las bases de lo que luego sería el imperio Motown. Gaye fue admitido allí como cantante solista, pero cumplió también otras funciones, haciendo coros, tocando la batería y componiendo ocasionalmente (Marvin es uno de los autores de la popular “Dancing in the street”).
Sus intentos como líder eran desparejos: pasó de un álbum de baladas al estilo de Nat King Cole, dirigido sin éxito al público blanco, a una serie de singles de rhythm & blues (todavía no se lo llamaba soul) intentando diferentes registros, entre uno más bien ríspido a la manera de Ray Charles y un falsete a lo Smokey Robinson, con éxito modesto. La indefinición refleja sus inseguridades, propias de la juventud pero también influidas por la conflictiva relación con su padre, quien no creía en su talento y quería que cantara sólo música gospel.
Otro motivo de preocupación era el casamiento de Gaye con una hermana de Gordy, Anna, diecisiete años mayor que él. Al final de su vida, charlando con su biógrafo David Ritz, el cantante oscilaría entre presentar el matrimonio como una movida estratégica para ganar cartel, o bien como el lazo que lo esclavizaba a los designios del productor-dictador Gordy. Frecuentes depresiones lo llevaban a dudar de su talento y atribuir su posición al vínculo.
A mediados de los sesenta, la cosa pareció encaminarse cuando Gaye se reveló como un buen intérprete de dúos con parejas femeninas, en canciones de amor con arreglos orquestales al estilo de Phil Spector. La pareja ideal llegó con Tammi Terrell, de 22 años de edad, que venía de cantar con James Brown: juntos tuvieron una seguidilla de hits -la mayoría producidos por Nicky Ashford y Valerie Simpson- y al día de hoy constituyen el dúo más perfecto de la historia del soul, imitado pero nunca igualado. Quizás el secreto estaba en la vehemencia de Terrell, que permitía a Gaye asumir su lado femenino y entregarse por completo, suave pero enérgico, en verdaderas gemas del género como “Your precious love”, “Ain’t no mountain high enough” (ambas de 1967) o “You’re all I need to get by” (1968).
Pero el milagro no iba a durar: a mediados de ese mismo 1967, durante una presentación conjunta en Virginia, Terrell se desmayó en el escenario. Se le diagnosticó un tumor cerebral y ya no volvió a actuar, siendo sometida a complejas operaciones hasta su muerte en 1970. Esto no impidió que un segundo álbum y luego un tercero explotaran el éxito de la pareja en desgracia. Gaye confesaría después que en el tercer disco, editado en 1969, la voz femenina era en realidad la de Valerie Simpson imitando a Terrell, por orden de Gordy.
Mientras Tammi convalecía, Marvin grabó “I heard it through the grapevine”, una sesión producida por Norman Whitfield que en 1969 se convirtió en el disco más vendido del sello.
Pero Gaye pasaba por una seria crisis personal. Un matrimonio en crisis, la enfermedad de Tammi -con quien, contra lo que podría pensarse, no hubo romance-, la tirante relación con Gordy y la situación familiar acentuarían sus depresiones, que incluyeron algún intento de suicidio. Para colmo, como muchos músicos de entonces, Gaye recurría a la cocaína para reponer fuerzas, desarrollando una fuerte adicción que lo acompañaría por el resto de su vida.
QUE PASA, BROTHER. A fines de los '60 los negros peleaban abiertamente por sus derechos y el pop lavado y estratégico de la Motown, destinado a seducir al público blanco, resultaba obsoleto para ellos. La nueva música -del blues de Jimi Hendrix al soul primitivo del sello Stax- era más auténtica y radical. Gordy había puesto a Whitfield a escribir temas con alusiones políticas y psicodélicas para los Temptations en un intento por no perder el tren; pero era evidente que se trataba del mismo perro con otro collar.
La canción que Gaye presentó a la Motown después de un largo tiempo sin grabar sí era diferente. La batería, siempre al frente en los discos del sello, ahora estaba en un segundo plano, suavizada por una percusión de toques africanos que junto al bajo creaba un hipnótico groove; el resto de los instrumentos parecía envuelto en un bloque de cuerdas omnipresente, como una niebla; y la voz de Marvin flotaba por encima de todo eso con un tono calmo y natural, aprendido del saxofonista de jazz Lester Young, quien jamás sobreexigía a su instrumento. El coro era el propio Marvin, creando armonías consigo mismo en una mesa multipistas; y la letra tenía obvias alusiones a los disturbios raciales y la guerra de Vietnam, donde su hermano menor había combatido el año anterior.
En enero de 1971, el single “What’s going on” fue un éxito descomunal y el cantante tuvo que grabar a las apuradas el álbum que debía acompañarlo. Era tan diferente a todo lo que lo había precedido que, para conseguir su edición, tuvo que amenazar con irse del sello. What’s going on funciona como una larga suite basada en el tema inicial, con canciones dedicadas a la guerra, las drogas, la segregación social y hasta la contaminación ambiental. No había separación entre pistas, ni baladas edulcoradas, ni un hit bailable. Tanto Isaac Hayes (Hot buttered soul, 1969) como Curtis Mayfield (Curtis, 1970) habían jugado con estos elementos; pero Gaye fue el primero en utilizarlos para producir un disco conceptual a la manera de los que grababan por entonces los músicos de rock. Y su éxito trascendió el ghetto, con 2 millones de copias vendidas en los primeros meses; la revista de rock Rolling Stone lo consideró el mejor álbum del año.
En 1973 Let’s get it on, otro disco conceptual pero dedicado al amor físico, fue su mayor éxito de ventas. Para entonces otros músicos de Motown se habían animado a desafiar a Gordy y producirse a sí mismos (el más notable fue Stevie Wonder). De ahí en adelante, la carrera de Gaye fue lenta pero firmemente cuesta abajo: discos progresivamente más desvaídos y sobreproducidos, giras -que Marvin odiaba- hechas para pagar deudas y un consumo compulsivo de cocaína que por momentos convirtió su vida en un episodio de la película Boogie nights.
En 1977, Gaye se separó legalmente de Anna y le dedicó uno de sus discos más flojos, Here, my dear (1979), que abundaba en chicanas de dormitorio. Finalmente, y como quería, la Motown rescindió su contrato; pero sin un padre que velara por sus pasos (el verdadero se había dedicado desde siempre a ignorarlo), su vida se hizo aún más errática y sólo un hit para discotecas ("Sexual healing", 1982) pareció devolverlo al primer plano.
En marzo de 1984, después de una gira extenuante, Marvin paró en la casa paterna. Buscaba paz, y a su manera la encontró: el 1° de abril, día anterior a su cumpleaños número 45, una discusión con su padre derivó, por primera vez, en pelea física. Marvin Sr. fue a su habitación, tomó una pistola -que, irónicamente, su hijo le había regalado- y le disparó dos veces, matándolo en el acto.
El pastor pentecostal argumentó que había disparado en defensa propia; las huellas de golpes en su cuerpo y los rastros de cocaína encontrados en la autopsia convencieron al jurado, que lo condenó a cinco años en libertad condicional.
Desde entonces se suceden los tributos, las ediciones póstumas y la legitimación de un artista que peleó toda su vida para ser respetado por sus pares. La muerte le permitió cumplir el objetivo y, a la vez, le impidió disfrutarlo. Quedan los discos, que siguen transmitiendo la suave desesperación de su voz, la alegría, y sobre todo la seriedad que Marvin Gaye contribuyó a entregarle al soul.
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